jueves, 27 de diciembre de 2012

La señorita de la farmacia


Conversando la vez pasada con un buen amigo chileno sobre nuestra próxima participación en la Yumax 80k de enero, hizo un comentario que me causó mucha gracia y en el que nunca me había puesto a pensar.

¿Qué pensarán los vendedores de la farmacia cuando vamos a comprar vaselina?

Y más aun cuando vas siempre a la misma farmacia y te atiende la misma señorita. Esa señorita que te ve llegar los fines de semana en la mañana en busca de un buen desinflamante, con cara de dolor y sin poder caminar bien después de un fondo demoledor. Y si apareces con 2 líneas de sangre en el polo (peor si es blanco), ahí si todo se pudrió.

Señorita, ¿Me vende vaselina?. Mientras la señorita busca el pomo más grande, va analizando la situación y la indumentaria: Vibidí, short cortito, zapatillas de colores... si lo pensamos bien, es una situación un poco extraña no?.
Y si no es así, entonces no entiendo por qué muchas veces escucho en la calle mientras corro un sonoro “SAOOOO…” de algún conductor de camión o de algún grupo de trabajadores de construcciones. ¿Tan raro se ve?. A veces me quedo pensando y me preocupo, ¿estaré escogiendo bien mi ropa o el problema es mi estilo al correr?.  Por favor, díganme que si les ha pasado.

En navidad mi hermano me regaló un buen kit de artículos para correr, entre ellos un producto que me pareció buenísimo, un bloqueador solar en barra que también sirve para evitar escaldaduras. No lo conocía y es un éxito. Pero cuando le conté a un amigo que no corre sobre este regalo, me miró con la misma cara de la señorita de la farmacia. ¿?

“¿Te regalanen navidad cremas para evitar escaldaduras?, ¿qué te está pasando compadre?”

Pero este tipo de cosas de verdad son divertidas, y son las que hacen de este deporte algo especial. Además, tenemos personalidad, no cualquiera hace lo que hacemos, o no?. 


miércoles, 5 de diciembre de 2012

De Tarapoto su Carrera – Parte 2


Cuando tenía  alrededor de 5 años, me fui a vivir a Iquitos. Por el trabajo de mi papá toda la familia tuvo que emigrar. De lo que recuerdo de esos 3 años, el 99% fue diversion; jugar, conocer, jugar, aprender, jugar, jugar, jugar…

Era un terreno nuevo, pasé de vivir rodeado de mar a vivir rodeado de selva y me gustaba. Era un lugar apartado, a donde sólo se podía llegar en lancha desde el Puerto de Belén, viajando aproximadamente 30 minutos
Mi colegio quedaba en la ciudad y ese trámite de ida y vuelta lo hacíamos todo los días, era muy divertido, especialmente en los días de lluvia (mi mamá no se divertía tanto la verdad).

Si bien era muy pequeño en esa ápoca, vi bastante, recorrí muchas trochas sin polo y con mis botas de jebe; conocí gente con la que seguro me divertía mucho, siempre me quedó esa sensación combinada con muchas imágenes, aparte de lo que me contaron mis papás. Podía sentarme en la entrada de mi casa y ver monos saltando de árbol en árbol, sapos de todos los tamaños, iguanas caminando libremente por los jardines, hormigas enormes (desde esa época ya sabía que no me iban a llevar cargado), relámpagos y rayos que iluminaban todo el cielo y lluvias interminables que permitían que mi hermano y yo inventemos juegos para no aburrirnos porque cuando llovía mucho se iba la luz. Lo mejor de esas lluvias eran los días de asueto en el colegio por inundación, más tiempo para jugar; ya se por qué no tengo muchos recuerdos del colegio.

Todo esto me vino a la mente recorriendo el km 13 de la AFR. Fue un momento en que dejé de estar rodeado de árboles y vegetación, para poder apreciar la majestuocidad de los montes en un paisaje indescriptible.
Recordé mis paseos de niño por poblados, las serpientes e iguanas que se me cruzaban camino a la casa de algún amigo o las lluvias que nos cogían en la piscina (eso sí era divertido). Fue ahí cuando sentí que 2 momentos de mi vida linkearon perfectos, separados uno del otro por casi 30 años, pero que le dieron sentido al estar en ese lugar en ese momento. Fui niño otra vez.

Aunque esa sensación fue magnífica, no dejaba de sentir cansancio, justo en ese momento recordé a mi Viejo y su trabajo, el que nos llevó a Iquitos por una buena temporada.
Lo imagine ahí caminando con un grupo de compañeros, pero en vez de zapatillas, llevaba botas altas; en vez de short y polo especiales para el calor, un uniforme grueso y un casco; en vez de un camel bag, una mochila con provisiones para una semana, y un fusil.
A mi me faltaba una hora de camino, a él le faltaban 5 días.

Cuando necesité que mi cabeza me ayudara a terminar la Carrera, fueron justamente éstos recuerdos los que lograron  que la fuerza vuelva y al tanque que ya estaba en reserva le entre el nitro. De hecho saben a qué me refiero.

Para mi, mi viejo siempre fue Superman, y lo sigue siendo.  Ahora que tengo hijas por fin entiendo muchas cosas y me encantaría que ellas me vean a mi como yo veo a mi viejo, que lo que hago las motive en algún momento de sus vidas a no darse por vencidas. Sentiría que todo lo que hice valió la pena.

Los que tienen hijos deben entender y sentir un poco de ésto, y lo más probable es que sea una de las razones por las que a veces se nos sale una sonrisa cuando nos preguntan: ¿qué te motiva?.

Que inceíble lo que puede sentir y pensar uno en minutos o segundos, por eso me gusta tanto correr, porque estoy seguro que no hubiera podido sentir todo ésto si ese domingo me hubiera quedado sentado en mi casa viendo televisión en lugar de estar cruzando la selva, ARDIENDO.