viernes, 27 de septiembre de 2013

Motivación Infantil...


Iquitos, Marzo de 1986, tarde de lluvia, truenos y relámpagos. Mis papás no me dejaban salir a jugar por la lluvia, entonces traje a mis amigos a la casa. Canchita, gaseosa, chocolates y ROCKY I.
Tal vez haya sido una de las películas que más haya influido en mi infancia, y la cual podría ver cada cierto tiempo sin aburrirme. Cada vez le saco algo nuevo.

Momento clave, Rocky entrenando para la pelea, sin recursos, pateando vacas en la carnicería del cuñado, peleando o saltando soga en el gimnasio del barrio y por supuesto la mítica corrida con trepada de escalera y saltito ganador brazos arriba.

Imposible olvidar ni dejar de sentir la adrenalina que esas escenas causaban en mí,
Luego llega la pelea, Rocky pierde, queda medio desfigurado pero gana el respeto de todos.
Al terminar la película, mis amigos y yo quedamos en silencio por un momento, nos miramos y dijimos “Vamos a correr”!!!

Obviamente seguía lloviendo, ya había oscurecido y no nos  iban a dejar salir pero quedamos en encontrarnos por la mañana. Emocionado fui a mi cuarto a sacar la ropa para correr, las zapatillas y a la cama (con la ropa puesta), la emoción no me dejaba dormir pero al fin caí.

Por la mañana, muy temprano ya estaba parado en la cocina listo para preparar mi desayuno, pero después de ver Rocky I no podía tomar un desayuno normal, tenía que meterle su buena dosis de “Huevos crudos”, sino no iba a estar completamente listo para el entrenamiento.

En ese momento tenía entre 6 y 7 años y con mis grupo de amigos parecíamos más un grupo de pirañas, era muy divertido.

A la hora pactada nos encontramos en la puerta de mi casa aun con la emoción. Mis papás miraban por la ventana y no podían evitar reír un poco, de hecho cada vez que recuerdo esa escena no puedo evitar sonreír.

Empezamos con un poco de estiramiento, 2 planchas, 10 abdominales, saltito por aquí, saltito por allá, pique corto y a correr!

La verdad, habrán sido entre 8 a 10 cuadras bien corridas respirando por la boca, a la mayoría nos vino un hincón al lado del estómago y nuestras caras ya nos se veían tan motivadas. Se supone que íbamos a correr un poco más pero hasta ahí duró la emoción. ¿Quién saca la pelota?, se acabo el running  por un buen tiempo pero como primera experiencia fue muy divertida.

Ahora con toda la tecnología, vemos videos motivadores, gente contando sus experiencias y competencias en tiempo real, pero Rocky I sigue siendo un buen pretexto para recargar energías, siempre.

Hasta el día de hoy no volví a desayunar huevo crudo, de hecho corro unas cuantas cuadras más, pero cada vez que me junto con los amigos a entrenar por la mañana, siento aun esa sensación que motiva. Eso es lo bonito de este deporte, también.



Como diría mi amigo Rocky Balboa: “Seguir cuando no puedes más es lo que te hace diferente a los demás”



martes, 11 de junio de 2013

Oído a la música...!

Cuando estaba en el colegio tuve una época en que salía a correr algunas vueltas al parque de mi casa, pero aún me costaba un poco porque la verdad me aburría al rato.
Un día se me ocurrió llevar música y saqué mi walkman casetera con esos audífonos de metal con 2 bolitas de esponja que a duras penas se aferraban a las orejas, pero definitivamente la sensación era otra.

Arranqué escuchando uno de los primeros cassettes que me regalaron mis papás, uno de Gun´s And Roses. Le di un millón de vueltas, jalaba todos los bimestres inglés pero que rico me salían los coros de “Welcome to the Jungle”, era ese el momento cuando trepaba la adrenalina y me faltaba poco para subir árboles, en esa época era parte del vacilón.

Tiempo después a mi hermano le regalaron un discman y obviamente como yo era el mayor, me lo apropié. Gracias a este aparato aprendí a correr sin dar saltitos porque sino, se cortaba la canción o se pasaba al siguiente tema. Depurando la técnica.
Otros deportes hicieron que me aleje del running y por suerte para todos, del canto.
Tuvieron que pasar alrededor de 15 años para que “gracias” a una lesión futbolística volviera a las pistas, me costó volver porque la lesión a la rodilla demoró un poco en salir de mi cabeza, pero cuando agarramos vuelo, todo cambió. Inmediatamente adquirí un mp3 y le metí todas las canciones que pude encontrar, a la hora de entrenar era buenazo porque me tomaba mi tiempo buscando una buena canción y me entretenía. En mi aparato tenía desde el recordado Gun´s and Roses hasta Yola Polastri. Le metía todo el volumen hasta entumecer las orejas, de verdad lo disfrutaba y me metía en mi mundo, una de las cosas que más disfruto de correr.

Muchas veces la gente pensaba que me había vuelto un sobrado porque me pasaban la voz, me gritaban y yo ni los miraba; la razón fue que había cambiado los audífonos de esponja por los más pequeños que pude encontrar, llevando el cable bajo el polo, si no te fijas bien, no te das cuenta que los llevo y por eso una vez un amigo me lanzó una botella de plástico en la cabeza para que le haga caso y a otro se le ocurrió pasar al lado mío en su carro y tratar de bajarme el short… cada personaje.
Pero yo seguí corriendo, hasta que llegó mi primera competencia y me di cuenta que necesitaba depurar un poco mi música. Tengo que admitir que esa canción de Luis Miguel en mi mp3 pudo volverme loco en el km 15 de la  media maratón de Lima, mi primera carrera. Pero cuando comenzó a sonar un tremendo tema de ACDC en los últimos kilómetros empecé a correr como loco, me metí un tiempazo y no paré más en este deporte. Tampoco volví a escuchar a Luis Miguel .

De las 500 canciones en mi mp3 quedaron 20, bien seleccionadas y exactas para cada tipo de entrenamiento, paso easy, tempo, cambios, fondo y un poco para la locura. Aunque una vez, preparándome para una 10k, me pegué con una canción y durante 2 meses sólo corría con ese tema. El día de la competencia tenía esa canción y nada más. Me metí un carretón, hice mejor tiempo del que tenía planeado pero le tuve que decir adiós a otro artista más.

Así pasaron muchos grupos, canciones y carreras, pero poco a poco comencé a dejar la música. Entrenar con amigos, con otra gente, en otros lugares que comenzaron a cambiar un poco mi forma de correr. Aún le pongo música a mis entrenamientos y a algunas carreras, pero el día que corrí 80km sólo con mi cabeza, descubrí que también es divertido correr conmigo.


Pero que divertido es correr a veces creyéndote un rock star.



lunes, 4 de febrero de 2013

No me va a doler, no me va a doler...


Por fin llegó el día, después de mucho sacrificio físico y mental al final ves los frutos al cruzar la meta después de 80 increíbles kilómetros. Hace un año lo veía imposible, y hoy se hizo realidad. Sólo bastó que un buen amigo diga: “Si puedes, hasta que se te caiga la cara”,  para creer que era posible y meterme en la cabeza que esos 80 km eran míos.

Días antes arrancaron los nervios, la ansiedad por estar parado en la línea de partida y salir por esa Ultra de una vez, cuidando la comida, la hidratación, las piernas y sobre todo la cabeza.
Entre broma y broma, y para relajar el ambiente, empezamos a meterle presión a los compañeros. Obviamente cualquier intensión de ponerlos nerviosos se convertía en seguridad y fuerza, éramos un equipo e íbamos con todo. Fuimos por todo, con todo.

Todo empezó de madrugada y yo no paraba de mirar la cara de los demás corredores para tratar de convencerme que ellos estaban igual o más nerviosos que yo; conversábamos mientras nos íbamos preparando, sin darnos cuenta faltaban sólo minutos para arrancar lo que habíamos esperado por meses! Ya no sabíamos qué comer, tomar o untarnos, definitivamente a mi me falló eso último y algunas cosas más: Nunca me puse la música, no me cambié la ropa, sólo las zapatillas para la última vuelta, pero no le pasé el chip de las otras, a la siguiente pasada me puse el chip y por suerte no había cruzado ningún sensor, faltaban unos 16 km y no podía creer que al final no me iba a marcar el tiempo… sólo a mí.

La largada se dio y se acabaron los nervios, los fuegos artificiales anunciaban un día memorable, de fiesta. Para mi también se acabó la planificación, la cautela me duró media vuelta ya que al ver a mis amigos volando adelante, no pude controlar el impulso y comencé a apretar. Para la segunda vuelta me dio el alcance mi amigo “el panadero” Mosto,  que a punta de patadas y gritos me hizo subir el ritmo. Fuimos con todo acercándonos cada vez más a los de adelante, el cuerpo respondió y me sentía bien. Definitivamente las que no estaban bien eran las sangronas que desde el km 15 ya lloraban y manchaban mi polo de rojo, luego de un poco de crema se fue el dolor y simplemente me olvidé de eso. Totalmente concentrado en cada kilómetro, disfrutándolo de verdad, disfrutando de cada amigo que cruzaba en el camino, que alentaba o hasta apoyaba con la hidratación (Gracias Víctor y la señora de las naranjas).

La familia y los amigos en el punto de transición apoyando, mi hermano con las fotos, mi novia con el video y ese aliento que me daba fuerza a cada pasada. No necesitaba más, todos de mi lado y disfrutando conmigo de esto que me apasiona tanto.

Ya íbamos más de 50km y seguíamos enteros, la cabeza, el cuerpo…..  pero más o menos por el km 60 empezaron los calambres, me dejaban seguir corriendo después de una buena estirada pero ya jugaban en contra de mi concentración, trababa de no pensar en eso pero la sensación de calambre aparecía  por ratos y definitivamente me hizo bajar el ritmo, pero la verdad no me importó mucho porque estaba completamente seguro que terminaría la carrera y eso me permitió seguir lo que me quedaba de camino con una sonrisa en la cara, empujando a los que se iban quedando. Vi a algunos lesionarse, otros abandonar y a algunos no abandonar nunca: Que tal tío César!.

La verdad hasta un día antes  de la carrera, tenía pensado hacer lo máximo por llegar en 9 horas, o menos de 10 horas, con eso estaba contento, pero hice 8 horas y con la sensación de haber podido hacer mucho menos tiempo con una mejor preparación y estrategia de carrera. Ahora ya lo sé y el otro año nos vamos por la revancha como sea.

Los últimos metros de la carrera fueron increíbles, empezar a ver el arco de llegada, buscar con la mirada a mi gente, la sonrisa que se me salía de la cara (que no se me cayó nunca) y la sensación de haber cumplido un nuevo reto en mi vida, tal vez no sean los retos que mucha gente espera o están acostumbrados a buscar, pero aunque esto no me de premios ni plata, me hace ganar mucho más que eso, y es algo mío que se queda acá para siempre.

Días después de la competencia y luego de ver las fotos y videos, me di cuenta de algo. No sólo eran 80 km, era mucho más que eso, mucho más que 8 horas corriendo. Fueron días, semanas y meses compartiendo con gente increíble horas de entrenamiento en la pista, el cerro, la arena, la carretera, el mar y hasta la selva, con sus animales, o donde se nos ocurría entrenar. Llamadas y mensajes en la madrugada para no quedarse dormidos, nuevos amigos que fuimos haciendo en el camino y una energía terrible de cada uno, para cada entrenamiento. Grandes compañeros, algunos también alcanzaron esos 80 km, otros en postas y otros empezaban a preparase, pero al final todos sentimos que lo hicimos mucho mejor de lo que esperábamos, ¿o no?.

Ahora luego de un buen descanso, aunque cuesta recuperarse, voy poco a poco porque ya tengo metido en la cabeza el próximo reto al que definitivamente le vamos de nuevo con todo, y es más que seguro que lo haremos bien y lo disfrutaremos al máximo como siempre, sin rendirnos: durante los entrenamientos, en la carrera y por supuesto en los terribles Post competencia.


Acá les dejo un video para esos que nunca se rinden...

http://www.youtube.com/watch?v=NA40xTToito&feature=share