Por fin llegó el día, después de mucho
sacrificio físico y mental al final ves los frutos al cruzar la meta después de
80 increíbles kilómetros. Hace un año lo veía imposible, y hoy se hizo
realidad. Sólo bastó que un buen amigo diga: “Si puedes, hasta que se te caiga
la cara”, para creer que era posible y
meterme en la cabeza que esos 80 km eran míos.
Días antes arrancaron los nervios, la
ansiedad por estar parado en la línea de partida y salir por esa Ultra de una
vez, cuidando la comida, la hidratación, las piernas y sobre todo la cabeza.
Entre broma y broma, y para relajar el
ambiente, empezamos a meterle presión a los compañeros. Obviamente cualquier
intensión de ponerlos nerviosos se convertía en seguridad y fuerza, éramos un
equipo e íbamos con todo. Fuimos por todo, con todo.
Todo empezó de madrugada y yo no paraba de
mirar la cara de los demás corredores para tratar de convencerme que ellos
estaban igual o más nerviosos que yo; conversábamos mientras nos íbamos
preparando, sin darnos cuenta faltaban sólo minutos para arrancar lo que
habíamos esperado por meses! Ya no sabíamos qué comer, tomar o untarnos,
definitivamente a mi me falló eso último y algunas cosas más: Nunca me puse la
música, no me cambié la ropa, sólo las zapatillas para la última vuelta, pero
no le pasé el chip de las otras, a la siguiente pasada me puse el chip y por
suerte no había cruzado ningún sensor, faltaban unos 16 km y no podía creer que
al final no me iba a marcar el tiempo… sólo a mí.
La largada se dio y se acabaron los
nervios, los fuegos artificiales anunciaban un día memorable, de fiesta. Para
mi también se acabó la planificación, la cautela me duró media vuelta ya que al
ver a mis amigos volando adelante, no pude controlar el impulso y comencé a
apretar. Para la segunda vuelta me dio el alcance mi amigo “el panadero” Mosto,
que a punta de patadas y gritos me hizo
subir el ritmo. Fuimos con todo acercándonos cada vez más a los de adelante, el
cuerpo respondió y me sentía bien. Definitivamente las que no estaban bien eran
las sangronas que desde el km 15 ya lloraban y manchaban mi polo de rojo, luego
de un poco de crema se fue el dolor y simplemente me olvidé de eso. Totalmente
concentrado en cada kilómetro, disfrutándolo de verdad, disfrutando de cada
amigo que cruzaba en el camino, que alentaba o hasta apoyaba con la hidratación
(Gracias Víctor y la señora de las naranjas).
La familia y los amigos en el punto de
transición apoyando, mi hermano con las fotos, mi novia con el video y ese
aliento que me daba fuerza a cada pasada. No necesitaba más, todos de mi lado y
disfrutando conmigo de esto que me apasiona tanto.
Ya íbamos más de 50km y seguíamos enteros,
la cabeza, el cuerpo….. pero más o menos
por el km 60 empezaron los calambres, me dejaban seguir corriendo después de
una buena estirada pero ya jugaban en contra de mi concentración, trababa de no
pensar en eso pero la sensación de calambre aparecía por ratos y definitivamente me hizo bajar el
ritmo, pero la verdad no me importó mucho porque estaba completamente seguro
que terminaría la carrera y eso me permitió seguir lo que me quedaba de camino
con una sonrisa en la cara, empujando a los que se iban quedando. Vi a algunos
lesionarse, otros abandonar y a algunos no abandonar nunca: Que tal tío César!.
La verdad hasta un día antes de la carrera, tenía pensado hacer lo máximo
por llegar en 9 horas, o menos de 10 horas, con eso estaba contento, pero hice
8 horas y con la sensación de haber podido hacer mucho menos tiempo con una
mejor preparación y estrategia de carrera. Ahora ya lo sé y el otro año nos
vamos por la revancha como sea.
Los últimos metros de la carrera fueron
increíbles, empezar a ver el arco de llegada, buscar con la mirada a mi gente,
la sonrisa que se me salía de la cara (que no se me cayó nunca) y la sensación
de haber cumplido un nuevo reto en mi vida, tal vez no sean los retos que mucha
gente espera o están acostumbrados a buscar, pero aunque esto no me de premios
ni plata, me hace ganar mucho más que eso, y es algo mío que se queda acá para
siempre.
Días después de la competencia y luego de
ver las fotos y videos, me di cuenta de algo. No sólo eran 80 km, era mucho más
que eso, mucho más que 8 horas corriendo. Fueron días, semanas y meses
compartiendo con gente increíble horas de entrenamiento en la pista, el cerro,
la arena, la carretera, el mar y hasta la selva, con sus animales, o donde se nos
ocurría entrenar. Llamadas y mensajes en la madrugada para no quedarse
dormidos, nuevos amigos que fuimos haciendo en el camino y una energía terrible
de cada uno, para cada entrenamiento. Grandes compañeros, algunos
también alcanzaron esos 80 km, otros en postas y otros empezaban a preparase,
pero al final todos sentimos que lo hicimos mucho mejor de lo que esperábamos, ¿o
no?.
Ahora luego de un buen descanso, aunque cuesta recuperarse, voy poco a poco porque ya tengo metido en la cabeza el
próximo reto al que definitivamente le vamos de nuevo con todo, y es más que
seguro que lo haremos bien y lo disfrutaremos al máximo como siempre, sin rendirnos: durante
los entrenamientos, en la carrera y por supuesto en los terribles Post
competencia.
Acá les dejo un video para esos que nunca se rinden...
http://www.youtube.com/watch?v=NA40xTToito&feature=share