lunes, 4 de febrero de 2013

No me va a doler, no me va a doler...


Por fin llegó el día, después de mucho sacrificio físico y mental al final ves los frutos al cruzar la meta después de 80 increíbles kilómetros. Hace un año lo veía imposible, y hoy se hizo realidad. Sólo bastó que un buen amigo diga: “Si puedes, hasta que se te caiga la cara”,  para creer que era posible y meterme en la cabeza que esos 80 km eran míos.

Días antes arrancaron los nervios, la ansiedad por estar parado en la línea de partida y salir por esa Ultra de una vez, cuidando la comida, la hidratación, las piernas y sobre todo la cabeza.
Entre broma y broma, y para relajar el ambiente, empezamos a meterle presión a los compañeros. Obviamente cualquier intensión de ponerlos nerviosos se convertía en seguridad y fuerza, éramos un equipo e íbamos con todo. Fuimos por todo, con todo.

Todo empezó de madrugada y yo no paraba de mirar la cara de los demás corredores para tratar de convencerme que ellos estaban igual o más nerviosos que yo; conversábamos mientras nos íbamos preparando, sin darnos cuenta faltaban sólo minutos para arrancar lo que habíamos esperado por meses! Ya no sabíamos qué comer, tomar o untarnos, definitivamente a mi me falló eso último y algunas cosas más: Nunca me puse la música, no me cambié la ropa, sólo las zapatillas para la última vuelta, pero no le pasé el chip de las otras, a la siguiente pasada me puse el chip y por suerte no había cruzado ningún sensor, faltaban unos 16 km y no podía creer que al final no me iba a marcar el tiempo… sólo a mí.

La largada se dio y se acabaron los nervios, los fuegos artificiales anunciaban un día memorable, de fiesta. Para mi también se acabó la planificación, la cautela me duró media vuelta ya que al ver a mis amigos volando adelante, no pude controlar el impulso y comencé a apretar. Para la segunda vuelta me dio el alcance mi amigo “el panadero” Mosto,  que a punta de patadas y gritos me hizo subir el ritmo. Fuimos con todo acercándonos cada vez más a los de adelante, el cuerpo respondió y me sentía bien. Definitivamente las que no estaban bien eran las sangronas que desde el km 15 ya lloraban y manchaban mi polo de rojo, luego de un poco de crema se fue el dolor y simplemente me olvidé de eso. Totalmente concentrado en cada kilómetro, disfrutándolo de verdad, disfrutando de cada amigo que cruzaba en el camino, que alentaba o hasta apoyaba con la hidratación (Gracias Víctor y la señora de las naranjas).

La familia y los amigos en el punto de transición apoyando, mi hermano con las fotos, mi novia con el video y ese aliento que me daba fuerza a cada pasada. No necesitaba más, todos de mi lado y disfrutando conmigo de esto que me apasiona tanto.

Ya íbamos más de 50km y seguíamos enteros, la cabeza, el cuerpo…..  pero más o menos por el km 60 empezaron los calambres, me dejaban seguir corriendo después de una buena estirada pero ya jugaban en contra de mi concentración, trababa de no pensar en eso pero la sensación de calambre aparecía  por ratos y definitivamente me hizo bajar el ritmo, pero la verdad no me importó mucho porque estaba completamente seguro que terminaría la carrera y eso me permitió seguir lo que me quedaba de camino con una sonrisa en la cara, empujando a los que se iban quedando. Vi a algunos lesionarse, otros abandonar y a algunos no abandonar nunca: Que tal tío César!.

La verdad hasta un día antes  de la carrera, tenía pensado hacer lo máximo por llegar en 9 horas, o menos de 10 horas, con eso estaba contento, pero hice 8 horas y con la sensación de haber podido hacer mucho menos tiempo con una mejor preparación y estrategia de carrera. Ahora ya lo sé y el otro año nos vamos por la revancha como sea.

Los últimos metros de la carrera fueron increíbles, empezar a ver el arco de llegada, buscar con la mirada a mi gente, la sonrisa que se me salía de la cara (que no se me cayó nunca) y la sensación de haber cumplido un nuevo reto en mi vida, tal vez no sean los retos que mucha gente espera o están acostumbrados a buscar, pero aunque esto no me de premios ni plata, me hace ganar mucho más que eso, y es algo mío que se queda acá para siempre.

Días después de la competencia y luego de ver las fotos y videos, me di cuenta de algo. No sólo eran 80 km, era mucho más que eso, mucho más que 8 horas corriendo. Fueron días, semanas y meses compartiendo con gente increíble horas de entrenamiento en la pista, el cerro, la arena, la carretera, el mar y hasta la selva, con sus animales, o donde se nos ocurría entrenar. Llamadas y mensajes en la madrugada para no quedarse dormidos, nuevos amigos que fuimos haciendo en el camino y una energía terrible de cada uno, para cada entrenamiento. Grandes compañeros, algunos también alcanzaron esos 80 km, otros en postas y otros empezaban a preparase, pero al final todos sentimos que lo hicimos mucho mejor de lo que esperábamos, ¿o no?.

Ahora luego de un buen descanso, aunque cuesta recuperarse, voy poco a poco porque ya tengo metido en la cabeza el próximo reto al que definitivamente le vamos de nuevo con todo, y es más que seguro que lo haremos bien y lo disfrutaremos al máximo como siempre, sin rendirnos: durante los entrenamientos, en la carrera y por supuesto en los terribles Post competencia.


Acá les dejo un video para esos que nunca se rinden...

http://www.youtube.com/watch?v=NA40xTToito&feature=share